domingo, 31 de julio de 2011

La Ciencia del Sex Appeal 3era parte


Escribí la primera y segunda parte en el 2009, llevaba poco tiempo separada y mi interés por entender el 'amor' y todo lo relacionado con pareja era el tema que ocupaba mi mente. Han pasado 2 años y mi interés sigue siendo el mismo: tratar de entender como funciona la cosa, eso que llamamos 'enamoramiento', algo que nunca más experimenté, no sé porqué. En mi camino he ido aprendiendo, experimentando y descubriendo lo diverso y complicados que somos los humanos sobretodo cuando pasamos los 40s y algunos, demasiados, nos enfrentamos a la soledad. La química del amor es algo tan natural, tan espontáneo, sin embargo las trabas sociales y traumas personales nos reprimen y no dejan que esta fluya. Acá va la tercera parte de mi investigación y 'estudio' :


No hay duda: el amor es una enfermedad. 
Tiene su propio rollo de pensamientos obsesivos y su propio ámbito de acción.
Todo nace en esa  telaraña de nudos y filamentos que llamamos sistema nervioso autónomo.
 En ese sistema, todo es impulso y oleaje químico. Aquí se asientan el miedo, el orgullo, los celos, la excitación y, por supuesto, el enamoramiento.
 A través de nervios microscópicos, los impulsos se transmiten a todos los capilares, folículos pilosos y glándulas sudoríparas del cuerpo. El suave músculo intestinal, las glándulas lacrimales, la vejiga y los genitales, el organismo entero está sometido al bombardeo que parte de este arco vibrante de nudos y cuerdas. Las órdenes se suceden a velocidades de vértigo: ¡constricción!, ¡dilatación!, ¡secreción!, ¡erección! 
Todo es urgente, efervescente... Aquí no manda el intelecto ni la fuerza de voluntad. 
Es el reino del siento-luego-existo, de la carne, las atracciones y repulsiones primarias, el territorio donde la razón es una intrusa.
El verdadero enamoramiento parece ser que sobreviene cuando se produce en el cerebro la FENILETILAMINA, compuesto orgánico de la familia de las anfetaminas.
Al inundarse el cerebro de esta sustancia, éste responde mediante la secreción de dopamina (neurotransmisor responsable de los mecanismos de refuerzo del cerebro, es decir, de la capacidad de desear algo y de repetir un comportamiento que proporciona placer), norepinefrina y oxiticina (además de estimular las contracciones uterinas para el parto y hacer brotar la leche, parece ser además un mensajero químico del deseo sexual), y comienza el trabajo de los neurotransmisores que dan lugar a los arrebatos sentimentales, en síntesis: se está enamorado. Estos compuestos combinados hacen que los enamorados puedan permanecer horas haciendo el amor y noches enteras conversando, sin sensación alguna de cansancio o sueño.
El affair de la feniletilamina con el amor se inició con la teoría propuesta por los médicos Donald F. Klein y Michael Lebowitz del Instituto Psiquiátrico de Nueva York, que sugirieron que el cerebro de una persona enamorada contenía grandes cantidades de feniletilamina y que sería la responsable de las sensaciones y modificaciones fisiológicas que experimentamos cuando estamos enamorados 
Con el tiempo el organismo se va haciendo resistente a los efectos de estas sustancias y toda la locura de la pasión se desvanece gradualmente, la fase de atracción no dura para siempre y comienza entonces una segunda fase que podemos denominar de pertenencia dando paso a un amor más sosegado. 
Se trata de un sentimiento de seguridad, comodidad y paz.
 Dicho estado está asociado a otra DUCHA QUÍMICA. En este caso son las endorfinas las que confieren la sensación común de seguridad comenzando una nueva etapa, la del apego. Por ello se sufre tanto al perder al ser querido, dejamos de recibir la dosis diaria de narcóticos.

Conclusión:
Para conservar la pareja es necesario buscar mecanismos socioculturales (grata convivencia, costumbre, intereses mutuos, etc.), hemos de luchar por que el proceso deje de ser solo químico. Si no se han establecido lazos de intereses comunes y empatía, la pareja, pasado el pick del enamoramiento se sentirá cada vez menos enamorada y por ahí llegará la insatisfacción, la frustración, separación e incluso el odio.
Parece que tienen mayor poder estimulante los sentimientos y las emociones que las simples substancias por sí mismas, aquellos sí que pueden activar la alquimia y no al sentido contrario.
Es cierto, no podemos negarlo, es un hecho científico que existe una química interna que se relaciona con nuestras emociones y sentimientos, con nuestro comportamiento, ya que hasta el más sublime está conectado a la producción de alguna hormona.
No hay una causa y un efecto en la conducta sexual, sino eventos físicos, químicos, psíquicos, afectivos y comunicacionales que se conectan de algún modo, que interactúan y se afectan unos a otros.
Existe, sí, una alquimia sexual, pero se relaciona íntimamente con los significados que le damos a los estímulos, y éstos con el poder que les ha concedido una cultura que, a su vez, serán interpretados por cada uno que los vive de acuerdo con sus recursos personales y su historia. Esperemos que estos estudios en un futuro nos conduzcan a descubrir aplicaciones farmacológicas para aliviar las penas de amor.